miércoles, 3 de octubre de 2007

Las fobias de los famosos

La riqueza, el poder y la fama no inmunizan contra las fobias; es más, en algunos casos pueden hacerlas incluso más notorias.
Entre las curiosidades de los actores de Hollywood, se pueden contar varios casos de temores irracionales y paralizantes. Uno de los más llamativos es el de la actriz Kim Basinger, que se convirtió en uno de los mitos eróticos de los 80 con la película Nueve semanas y media. Basinger padece agorafobia y puede pasarse semanas metida en casa mientras recibe atención médica.Otro actor es Brad Pitt , no puede ni ver a los tiburones (selacofobia). Johnny Depp, protagonista de Eduardo Manostijeras, tiene miedo a los payasos (coulrofobia). También se dice que le dan pánico las alturas (acrofobia) y tuvo que sobreponerse para interpretar al chalado Capitán Jack Sparrow en Piratas del Caribe ya que algunas de las escenas de lucha tenían como escenario lugares elevados.
Un caso destacado de fobia en el mundo del cine es la de Stanley Kubrick: el director de La Naranja Mecánica tenía miedo a volar (aerofobia). En sus propias palabras: “A lo largo del tiempo, he descubierto que no me gustaba volar, y he reparado en comprometedores márgenes de seguridad de la aviación comercial de los que nunca se habla en la publicidad de las aerolíneas. Así que he decidido viajar por mar, y jugármela con los iceberg”. Irónicamente, de joven se sacó una licencia que le permitía pilotar aeronaves de un solo motor; según él, eso sólo contribuyó a aumentar su desconfianza hacia los grandes aviones.
En el mundo de la canción también hay temores irracionales: La cantante de soul Aretha Franklin padece aerofobia mientras que Michael Jackson cubre siempre su cara con una máscara quirúrgica por miedo a los gérmenes (misofobia).
Entre los escritores brilla con luz propia el caso de Elfriede Jelinek, Premio Nobel de Literatura 2004. Después de conocer que se le había otorgado el galardón, se disculpó con los miembros de la Academia y anunció que no iría a la ceremonia de entrega porque la fobia social que padece le impide asistir. Otro fóbico Nobel de Literatura fue Juan Ramón Jiménez, autor de Platero y yo, que padecía agorafobia. Cuando acudía a algún acto público se situaba cerca de la puerta para poder salir corriendo en caso de sufrir un ataque de pánico.
El escritor argentino Jorge Luis Borges, que tenía fobia social y no podía acudir a conferencias o a entregas de premios, consiguió sobreponerse a sus temores y superar su dolencia.

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